
¿Deben salir del aire las narco-series? ¿Hacen Apología de la violencia? ¿Su desaparición cambiaría en algo la realidad del país? ¿Tiene sentido prohibir una televisión que presenta elementos de la vida del país y que tiene que ver con la corrupción y la perversa relación existente entre gobiernos y delincuencia organizada? Y sobre todo ¿una organización civil de ultraderecha, y los legisladores, que son de los más desprestigiados del mundo, nos van a decir que ver?
El papel de los medios es un tema de muchos años. Hay muchos elementos para discutir. Son parte de la sociedad y por ende no son ajenos a ella, con todo y que sus propietarios sean empresarios de peso económico y político y que ejerzan una abrumadora influencia.
A pesar de su direccionalidad, los medios tienen que ver con la gente, tanto en su ocio como en su vida misma. Es decir, no podemos abstraernos de la responsabilidad de los efectos que generan los programas, comentarios, etc., que se transmiten por TV, radio, Internet.
Sin embargo, prohibir la transmisión de algo en específico, es un acto de censura que atenta contra la libertad de expresión. En el caso de las narco-series como los narco-corridos reflejan y son parte de la vida de muchas comunidades.
No se puede soslayar que el narcotráfico ha provocado una descomposición social brutal. Sin embargo, lo que ha pasado estos años en el país debe ser documentado y difundido. En la televisión, y en general en los medios, todo depende de cómo se hagan las cosas y en qué horarios se difundan y en esto no importa que sea televisión abierta o de paga.
Sullivan
Sullivan es el apellido de un empresario estadunidense que en el gobierno de Manuel González recibió la concesión para construir el ferrocarril México-Nuevo Laredo. Cuando la estación de la que partiría ese tren fue inaugurada a fines del siglo XIX, en terrenos de la actual colonia San Rafael, se decidió honrar su memoria mediante el recurso de bautizar con su nombre una de las calles aledañas.
El tiempo hizo el resto. La zona se pobló de hoteles destinados a albergar a los viajeros que llegaban diariamente a la ciudad de México. En 1949, sin embargo, la Estación Colonia fue demolida y Luis Ortiz Monasterio erigió en ese sitio el Monumento a la Madre. Los dueños de los hospedajes cercanos tuvieron que buscar un nuevo giro; de ese modo, los hoteles “de pasaje” se volvieron “de paso”. Ejércitos fluctuantes de trabajadoras sexuales comenzaron a “pararse” en las cercanías.
En el último tercio del siglo XX las calles más próximas al Monumento a la Madre —en especial, Río Pánuco y Río Nazas— se habían convertido en referencia topográfica de la prostitución urbana. Las quejas continuas de los vecinos lograron arrojar la oferta sexual a una zona de oficinas que por la noche quedaba solitaria: la calle Sullivan.
Los padrotes que operan en Sullivan seducen a las niñas, las convencen con falsas promesas para que huyan de sus hogares. Recorren colonias apartadas y rondan los mercados, las tiendas, las escuelas, los paraderos de autobuses, a la caza de jóvenes y adolescentes en estado de vulnerabilidad o de pobreza extrema.
En el rumbo de San Pablo, en el viejo centro histórico, una placa de la Dirección de Monumentos Históricos indica a los caminantes: “En esta calle se establecieron en el siglo XVI las primeras casas de tolerancia en la ciudad”. Por ahí corría la célebre calle de las Gayas, famosa por sus prostitutas recién desembarcadas. Cinco siglos después, de día y de noche, sin respiro, cientos de mujeres caminan en círculo, víctimas de padrotes y madrotas bestiales.
En Sullivan no existe el trabajo voluntario, todas son esclavas, mujeres encadenadas por el miedo, la violencia, la humillación, que sufren todo tipo de maltratos, muchas de ellas no lo cuentan, otras son usadas hasta que ya no sirven y entonces son desechadas sin miramientos.
Han pasado varios presidentes desde que esta esclavitud comenzó, jefes de gobierno que se dicen demócratas y que luchan por los pobres como AMLO, Alejandro Encinas, o Marcelo Ebrard, Jefes delegaciones del PRI y PRD, y ninguno hace nada para detener estas vejaciones. ¿Y sabe por qué? Porque son parte de lo mismo, disfrutan de estas esclavas, reciben dinero, son personajes misóginos, que prefieren cerrar los ojos ante una cruda realidad.
Imprimir este artículo