Se llevó a cabo como estaba planeada, la elección de la Asamblea Constituyente en el otrora Distrito Federal. Los millones de spots pagados para difundir ésta elección no tuvieron la eficacia necesaria. Era de esperarse, se perdían entre los 95 millones de votos que nos recetaron en conjunto a los ciudadanos, más que hartos de escuchar algunas promesas y muchos ataques de partidos y políticos que se ocupan más de ponderar los defectos de los otros que las virtudes propias.
El caso es que llegada la fecha, “el día D” sólo el 28.36% de la población en la hoy CDMX acudió a las urnas, desangeladas, vacías y tristes la mayor parte del tiempo que duró la jornada. El universo de votantes ascendía a más de 7 millones, sólo 2 millones fueron a votar.
Cabe decir que la sola ausencia de los votantes encarece el voto de cada uno de los que sí asistieron, esos mismos decidieron que Morena obtuviese para sus representantes la mayor parte de los votos.
Como era de esperarse, el líder del Movimiento de Regeneración Nacional en la capital de la república salió de inmediato a pregonar su triunfo. ¿Cuál triunfo? ¿Es un triunfo que los partidos políticos conecten cada día menos con los ciudadanos a los que pretenden gobernar? ¿Es un triunfo obtener menos de la tercera parte de los votos del total de la ciudadanía en una ciudad tan importante como ésta?
Queda cada vez más claro que lo que les importa siempre es ganar, no importan los medios, dominar al otro es su aspiración, Si quisieran leer la ausencia de los que no votaron se darían cuenta de que ello confirma el creciente descrédito de los señores y señoras que hacen la política; la ausencia de votantes significa que no creen en ellos…que desconfían de ellos…que están hartos de ellos.
Si fueran más inteligentes y menos soberbios, habrían dicho que todos perdimos porque sin votantes no hay democracia y a este paso los votantes terminarán convirtiéndose en una especie en peligro de extinción, la están matando los políticos corruptos, que defienden la impunidad, que son ineficaces y desde luego prepotentes, tal vez no son todos, pero quizá sí la mayoría y al final de cuentas, esa es la imagen que tienen.
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