El fin de semana murió uno de los ídolos de nuestro país, Alberto Aguilera mejor conocido como juan Gabriel, autor de cientos de canciones, muchas de estas, parte esencial de por lo menos dos generaciones enteras, que crecieron, sufrieron con ellas.
Eso fundamental en la figura que creo el nacido en Parácuaro, Michoacán, pero criado en Ciudad Juárez, Chihuahua. Esa empatía alcanzada con sus seguidores, que a través de melodías como He venido a pedirte perdón, La Diferencia o Abrázame Muy Fuerte, vivieron amores y desamores, que lo convirtieron en su acompañante emocional.
Una sociedad homofóbica hizo figura a un homosexual declarado, que es cierto jamás fue activista de la causa gay, ni escribió sobre ello, ni realizó plantones, pero que, con su sola presencia, con su legado, su postulado, con su vida deja en claro que las preferencias sexuales de una persona no tienen nada que ver con su calidad humana.
Somos muy hipócritas los mexicanos, por un lado, les negamos a los homosexuales los derechos que por ley les corresponden y por el otro nos mostramos dolidos por la muerte de uno de sus principales representantes.
Habrá gente que con razón me argumente que el arte rompe barreras, y que el músico superó ese complejo machista que nos lleva a ser profundamente intolerantes. Sobre todo, porque jamás escondió lo que era. Es para la posteridad aquella respuesta a un reportero que lo cuestiono sobre sus gustos ¨Los que se ve no se pregunta¨
Jorge Luis Borges decía que “cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”. Y creo que un tipo como Juan Gabriel sabía quién era. En su último concierto dijo ¨Felicidades a todas aquellas personas que son felices por ser quienes son¨
Esto no debería olvidarlo nunca a la comunidad lésbico gay, los jóvenes homosexuales y lesbianas, deben sentirse orgullosos por quienes son, no bajar la cabeza, ni esconderse.
Nuestra noble moral nos hunde como sociedad, nos impide avanzar, limita la convivencia, el desarrollo. Es común escuchar la frase ¨Yo no estoy en contra delos gays, pero que no adopten porque los niños se pueden volver igual o los pueden violar. ¨
Dios, de verdad que estupidez, esa gente no sabe que los pederastas y pedófilos son en el 99 por ciento heterosexuales, muchos hasta pasan como respetados miembros de la clase empresarial, política o religiosa. Y que en nada influye tener dos padres o dos madres en el comportamiento sexual de un niño o niña.
Estamos en medio de una embestida brutal del ala más conservadora de este país que intenta regresarnos a la época de la santa inquisición donde la única verdad era la que la iglesia creía. Si gana estaríamos cediendo ante el fanatismo, la ignorancia, la hipocresía.
La Iglesia y la Arquidiócesis de la Ciudad de México tienen todo el derecho del mundo de oponerse al matrimonio igualitario, pero no tienen derecho a discriminar a ninguna persona por su preferencia sexual
Los hombres de la Iglesia, que en su momento jamás se indignaron públicamente e incluso trataron de proteger hechos incalificables como los abusos cometidos por Marcial Maciel y otros personajes de la curia, ahora convierten su rechazo al matrimonio igualitario en una persecución a una comunidad tan respetable como todas, y transforman ese rechazo y esa discriminación en abierto proselitismo político.
Los hombres de la jerarquía eclesiástica deberían escuchar al Divo de Juárez: “Pero qué necesidad, para qué tanto problema, no hay como la libertad de ser, de estar, de ir, de amar, de hacer, de hablar, de andar así sin penas”
Crédito de imagen: AP
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